Una conversación inesperada con Publio Vega, escritor y periodista venezolano
P. V.: ¡Saludos! Me tomo el aviso de escribirle, porque me parece una persona sensata y con los pies en la tierra.
G. S.: Un saludo. No estoy seguro de ser tan sensato, pero te agradezco el cumplido. Será un gusto responder a tus preguntas.
P. V.: ¿Se puede reinventar la literatura en estos tiempos?
G. S.: En literatura nunca se hace nada nuevo. Es un tópico muy extendido y, a mi juicio, bastante acertado. Creo que no deberíamos darle tanta importancia a la idea de reinventar. ¿Tan importante es la innovación? ¿Necesitamos reinventar el agua tibia en cada libro? Puede que, incluso, en una realidad en cambio perpetuo, una realidad en la que debemos tener el último modelo de todo y adaptarnos a ese nuevo producto, lo más revolucionario sea sentarnos en el suelo y ver cómo pasa el tiempo. Por mi parte, puedo decir que lo que pretendo es expresar mi verdad, y creo que la distinción debe venir sola, sencillamente porque no todos vivimos la misma realidad.
P. V.: ¿Considera que la literatura hispana hoy está al nivel de años pasados? Por ejemplo, desde Cervantes, pasando por Rubén Darío y demás.
G. S.: Considero que hay muy buena literatura, aunque no suelo leer las novedades que pueblan los anaqueles (probablemente jamás habría encontrado mi propio libro: así que jamás sería mi lector). Siempre hay buena literatura, pero hay que distinguirla de entre modas, literatura autocomplaciente y escritores que tratan de venderse como aquello que no son.
P. V.: ¿Considera que la literatura ha evolucionado o, por el contrario, ha sufrido un retroceso en los tiempos en los que vivimos, en los cuales hay tantas crisis en todos los ámbitos?
G. S.: No creo que haya habido tal retroceso: estas cosas funcionan como un péndulo. La literatura, como la sociedad o la economía, siempre se corrige a sí misma. Nunca nos alejamos tanto. Y, en contra de lo que muchos piensan, la literatura-producto, la literatura prefabricada, siempre ha existido. No la conocemos sencillamente porque no ha trascendido al paso del tiempo.
P. V.: ¿Cuáles son sus mayores influencias?
G. S.: Mis influencias provienen sobre todo de la literatura en inglés: Jonathan Swift, Mark Twain, Charlotte Brontë, Scott Fitzgerald, Harper Lee o Truman Capote.
P. V.: ¿Qué es lo que más admira de la literatura en inglés?
G. S: El sentido del humor, el empeño por adentrarse en distintas realidades y, en muchos casos, esa maestría que no necesita recurrir a la afectación ni a la impostura para transmitir.
P. V.: ¿Qué obras cree que están sobrevaloradas y cuáles cree que están infravaloradas?
G. S.: No me atrevería a juzgar libros, ni creo que me competa esa labor. Habrá buenos escritores a los que sencillamente yo, o una parte de la población lectora, no entendamos. Los que son azules, por ejemplo, no es un libro para todo el mundo. No es una obra de masas ni una obra diseñada para ello. Mucha gente lo juzgaría un libro extraño: sus personajes son atípicos y con caracteres demasiado específicos como para ser un libro que hable a las mayorías.
Creo que hay una tendencia que trata de clasificar autores (muchas veces incluso según packs ideológicos). Y los lectores pueden caer en esa trampa. Incluso creo que hay lectores que se sienten más exquisitos por leer cierto tipo de literatura. Con el tiempo, con los libros me está ocurriendo como con las personas: disfruto poniéndome en los zapatos del otro y establecer como punto de partida la idea de que yo no sé nada.
Lo que sí sé es que respeto mucho al autor que se enfrenta a una página en blanco y nos cuenta su mierda. Y mientras su mierda sea auténtica, no soy nadie para juzgarla.
P. V.: ¿Cómo ves la relación actual entre escritores y editores?
Puedo hablar de mi caso, que es el que conozco. Mi relación con mi editor, Darío, de Niña Loba, ha sido muy positiva. El editorial no es un negocio como cualquier otro y no debería funcionar de la misma manera. No debería funcionar como un supermercado o una tienda de ropa. La clave está en encontrar un editor apasionado por los libros y que crea en cada libro que se publica en su casa.
P. V.: ¿Qué género literario querría escribir en un futuro?
G. S.: Hasta ahora he escrito relato porque la curiosidad me ha llevado a ello. Soy, como decimos en catalán, un tastaolletes. Y el relato me ha permitido probar cada vez un cuento distinto, con escenarios que van desde el western postapocalíptico hasta el videojuego de un streamer de éxito. Pero de la misma manera mi curiosidad me está llevando a cambiar de género y escribir una especie de novela que juegue con la ficción y la no ficción y con los conceptos de tiempo y de lugar. Esperemos que salga bien.
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